Edvard Munch gusta de pintar en la playa despelotado.
Una señora mayor que pasaba por allí, con un tinte muy bueno, se escandaliza tremendamente de la naturalidad del pintor.
Aquella noche la señora no pudo dormir.
A la mañana siguiente volvió a la misma playa pero
Munch no estaba.
Aquella noche la señora quedó muy decepcionada.